Digamos que es
el espíritu de las fiestas de la época lo que mueve a los Candidatos a Alcaldes
y Diputados (que han iniciado antes de tiempo sus campañas proselitistas) a
ofrecer, prometer y asumir compromisos que harían ruborizarse hasta la más
optimista lista de deseos de cualquier niño; digamos que es eso, y que a medida
que el tiempo en el cual están habilitados por ley a hacer campaña proselitista
se acerque, recuperaran la seriedad y responsabilidad, roguemos por eso.
Los ciudadanos
electores no debemos abandonar la esperanza de que las promesas y compromisos
insostenibles en el tiempo, que nos ofrece la mayor parte de la clase política,
cedan ante propuestas claras y cuantificables, propuestas que vayan al
encuentro de los problemas nacionales y que advirtamos en ellas criterios de
prioridad. Pero ¿Cómo distinguirlas de entre tanta vaguedad sentimental? En este
esfuerzo conceptos como QUE HACER, CUANDO HACER, QUIENES LO HARAN y sobre todo
COMO SE HARÁ, son claves y nos ilustraran en su seriedad y responsabilidad
tanto de las promesas como de los Candidatos que se las rubrican.
La incertidumbre
que se cierne sobre las próximas elecciones, no debe afectar su transparencia,
esta es una responsabilidad del Tribunal Supremo Electoral para con nosotros
los ciudadanos electores y para con los mismos Candidatos; su actitud pasiva
asusta y es sintomática del grado de permeabilidad partidaria del mismo.
Sin embargo
desde nuestro rol de ciudadanos podemos hacer algo, que es mucho, podemos
hacerle ver a nuestra clase política que hay límites a su actitud y que
preferimos campañas inteligentes sobre las utopías demagógicas.
Los Candidatos
que sean sensibles a este sentir harán una campaña Dura pero Limpia, Directa
pero Civilizada, pero sobre todo respetuosa de las reglas; está bien esforzarse
por parecer buena gente, tomarse fotos con bebes en brazos, llevar piñatas a los
niños pero no olviden que una campaña proselitista es la oportunidad para
demostrar cuanto merecen nuestro voto.